XIII
Me alegro de que no te duela Madrid. Me alegro de que para ti no sea la ciudad maldita que te partió el alma en dos en Malasaña. Madrid era la puta odisea, la fantasía adolescente de los de mi generación, nuestro sueño americano. Yo me enamoré en Madrid, lo reconozco: me dio al amor de mi vida, pero me hizo pagar el precio. A cambio, me destrozó y me hizo pedazos. Me paseó con el rostro pintado de vergüenza y la soga al cuello que yo confundí con un abrazo. Ya no puedo volver sin acordarme del frío de sus manos.
A mí, Madrid me sabe a dolor y a escombros, a tierra muerta. Me sabe a toda la felicidad que me robó. Madrid me asusta; me hace sentir pequeña e insegura. No entiendo cómo hay gente que quiere estar ahí. No entiendo por qué no son todos tan desgraciados como lo soy yo. No entiendo qué clase de maleficio pesa sobre esa ciudad, que hace olvidar y camuflar las penas y las tristezas de los que la recorren. Conozco muchas almas rotas como la mía en Madrid, que se siguen mintiendo porque el ritmo de la ciudad no les permite parar a pensar, ni a tener pena y arrastran, inconscientes, sus pedazos.
No recuerdo mi último día como una despedida, porque la verdad es que no quería irme, pero me marché. Entre lágrimas, me arranqué a mí misma de cuajo de aquel negro asfalto y de las calles empedradas. Fue como una amputación: no quedó nada de mí allí. Me seccioné. Dije adiós con el alma queriendo quedarse. Desde entonces no he vuelto. Sé que no puedo volver porque aún no soy lo suficientemente fuerte para hacerle frente a caminar sola por Gran Vía. No quiero enfrentarme a la posibilidad de escuchar tu voz en la multitud, ni a los recuerdos. Todavía tiemblo, como ahora mientras estoy escribiendo esto, cuando te pienso paseando sin mí. Y ahora mismo odio este sol de primavera porque es el mismo que nos iluminaba la cara camino a casa.
Quizá algún día contaré a quien me escuche que estuve allí, que en Madrid fui a la guerra que se convirtió en mi Vietnam. Que aún no me he recuperado y que no sé si algún día lo haré porque hay heridas que no sangran, pero mutilan por dentro.
Comentarios
Publicar un comentario