Esperas
Las esperas están plagadas de imbéciles como yo, que no se resignan a no ser los elegidos, que apuestan siempre un poco más, que se lanzan al cañón. Los kamikazes de las madrugadas, los que cruzan ciudades para cinco minutos, los que no saben decir que no a lo que sienten por dentro.
Las esperas están hechas para esperarse, para no precipitarse al volcán en erupción, para no acabar destrozado en la cuneta. Las esperas, para los imbéciles como yo, son la forma que tiene la vida de pedirte que pares, que mires, que quizá no vale la pena y que te quieras.
Pero los imbéciles como yo no aprendemos. Y volvemos a caer en la misma piedra y a tropezar con el mismo agujero, y viceversa. Nos la volvemos a jugar todas las veces que hagan falta. Quizá, también digo, al mundo le hagan falta más imbéciles como yo para poder arreglarse.
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