Mayo, 2015
Y si le molesta, que se joda. Y si le pica, que se rasque. Pero que a mí no me venga con sus gilipolleces, que no me interesan. Que para corazón roto el mío - y por su culpa. Así que el victimismo y las pocas ganas de hablar, puede quemarlas. Y quemarse él. Que no quiero volver a verle. Y si lo hago, será con una sonrisa - la más grande y la más irónica. Que aquí ninguno de los dos es víctima y quizá sí verdugos. Porque ser digno es algo más que hablar lo justo y necesario. Es algo más que de repente pasar la página, cerrar el libro y estamparlo en la cara de alguien. Porque si a él le duele, a mí más. Y eso puedo demostrarlo.
Pero tranquilo, que no pasa nada. Que no tengo más ganas de hablar contigo. Que te den. Y que te vaya bien. Y que te jodan. Y que seas muy feliz. Que no me interesa. Que no quiero verte. Y si te veo, igual ni me acuerdo. Y si existe algún tipo de buena fe, karma o Dios, ojalá que sea benévolo con ambos y que no nos crucemos nunca más en el camino. Tú por el tuyo y yo por el mío. Y a los arrepentimientos, les echas sal y un poquito de aceite, y te los tragas. Que ya no me interesa seguir tendiéndole la mano a quien trata de partírmela siempre que me acerco.
Anda y espabila. Ahora entiendo por qué la otra tampoco puede ni mirarte a la cara.
Desalmado.
Que de buena soy gilipollas. Y de gilipollas que soy, me enamoré de ti. Pero ya, nunca más. Va a mirar tus fotos y a alegrarse por tus triunfos la que ahora está contigo porque yo no. ¿Que yo me sienta bien por ti y por lo que logras aunque ya no estemos juntos? Se acabó. Y sé que no te importa, pero es que a mí ahora también va a dejarme de importar. Y, mira tú por dónde, ya verás cómo se nota.
Que, aunque no lo creas, sé marcharme y sin hacer un puto ruido. Sin montar un drama emocional. Sin tener que dar portazos. Porque la retirada digna duele más. Se lo puedes decir a los que te rodean: ya lo han conseguido. Me voy. Porque me echan, porque todavía me queda orgullo y porque yo sí que me quiero todo lo que tú no has sabido quererme.
Así que venga, recoge; levanta el campamento que se te está haciendo tarde para marcharte por la misma puerta por la que has entrado. Que tus recuerdos los barro rápido de mi vida. No te preocupes, ya no te voy a molestar más. Eso sí: ni me mires. Ni se te ocurra pensarme. Ni te atrevas a pronunciar mi nombre aunque sea en silencio. Ni te acuerdes de absolutamente nada. Que eso te quede bien claro. Que ya me encargaré yo de toda esta rabia, de mandarte a la mierda y hacer un esfuerzo por recordar siempre las cosas malas.
Y lo dicho. Que tengas suerte en la vida. Que te va a hacer falta.
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