Se acabó
Se acabaron los te quiero. Se acabaron las lágrimas. Los abrazos rotos y desesperados. Suplicar por más besos. Los regalos hechos a mano. Los materiales. Se acabó la dulzura. La sonrisa tierna. La cara de boba. Los baños de luna. Se acabó lo que se daba. Y aquí se daba mucho. Te daba mucho. Así que se acabaron las formas delicadas. Cambiar de planes. De medias. De falda. De bragas. Se acabó cortarme la coleta si quiero tener el pelo largo. Se acabaron las caricias de madrugada y las de antes de madrugar. Se acabó buscarte la mirada y encontrártela mirando a otro lado. Se acabaron las llamadas a partir de las 00.00 horas. Se acabó que hable el alcohol. No más labios rojos, ni voz de cachonda. No más desesperarse por un mensaje de WhatsApp. Se acabó mirar la última conexión, el doble check, el visto, la historia de instagram, el like y su puta madre. Se acabó mirar la hora por si llegas. Por si vuelves. Porque a veces nunca vuelves. Se olvidaron los abrazos, la dulzura, la niña, la pinta monas y la Santa María. Y más escuchar a las mareas - que se joda el mar, que voy a mecerme a mi antojo. Porque voy a sacarme lo que se acabó y a dejar el hueco vacío para que lo llene la primavera de cerezos o cervezas. O ambos. O ninguno de los dos. Pero la primavera que venga; que se acabó tu mano en mi cadera, mi cadera en tu pecho, tu pecho en mi costado y en mi costado tu lanza. Se acabó la puta Semana Santa de sofá, peli y manta. Me voy a los museos sola escuchando a Gardel porque se acabó pisar el empedrado que nunca besaste porque lo marcaban mis pasos. Se acabó julio. Te odio sobretodo por esto: porque se acabó julio y llega enero para recordarme que lo que fuimos se acabó. Porque se acabaron las sábanas y las mantas por el suelo y ya no hay sitio donde recostarnos. Se acabó contar contigo para todo y conmigo para nada. Se acabó ser tú mi primera llamada, mi último pensamiento, mi más reciente cagada. Se acabó emborracharse y desbloquear el teléfono muerta de frío en la acera. Se acabó esperar siempre a que tú quieras y hasta entonces no querer yo. Se acabó tomar tú las decisiones. Se acabó no ser la dueña de mis Levi's y mis tacones. Se acabaron las manos traviesas jugando por los bolsillos. Y las piernas enredando por debajo de la mesa. Y las lenguas deseando más saliva. Se acabó el insomnio. No más noches en vela. No más desvelos de madrugada. No más llamadas a las cuatro de la mañana. Se acabó decir sí y por dentro gritar no. Te repito: se acabó tener tú el control. Se acabó ceder. Se acabó comprender. Se acabó poner siempre la otra mejilla. Se acabó dejar de ser. Se acabó no creer. Se acabó la empatía. Ponte tú en mis tacones, joder, que también duelen. Se acabó la ley de dependencia. Desahucio con derribo. Se acabó el egoísmo: comienza el cuidarse uno mismo.
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