Vivir también es llorar

Tengo tantas ganas de llorar 
que el sonido del minutero 
ha perdido todo su sentido.



La lluvia no tiene nada que ver con esto. Ni los abanderados del amor nada que hacer aquí. A ver a quién convenzo de esto. De que sólo es agua, marrón y no azul transparente, encerrada en mis ojos. Pero viene de más adentro. Vete tú a saber de dónde. Ah, la metafísica. Socorro. Yo sólo quiero llorar sin motivo y montar el drama, leer a Cortázar y acurrucarme en la cama escuchando a Ismael Serrano. No estoy hecha para la vida, pienso a veces. Pero, ya te digo, vete tú a saber si la vida no viene del mismo sitio que estas lágrimas.

Llora, que hay que llorar. Llora, que llorar es limpiar el hollín de la chimenea atascada de lo que sea que tengamos dentro. Derrótate, hazlo tú para que sólo dependa de ti recuperarte. Esto ya no es metafísica: es estupidez pura y dura. O vete tú a saber qué otra valiente gilipollez. Todo se resume en lo mismo: llora, joder, y sácalo fuera. Nadie va a llorar por ti.


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