BELONGING

Hay un sentimiento de no pertenencia que tengo guardado en la piel. El estigma de no ser suficiente. La maldición de los que no encajamos. Me fui y pensé que se me pasaría. Vuelvo, y me doy cuenta de que esto va a peor. No hay por dónde cogerse, porque a donde nunca se ha pertenecido no se puede pretender regresar. Duele darse cuenta que uno es solamente de uno mismo, por mucho que intente compartirse con los demás. Se siente, o yo lo siento, pero ya no pesa más. Llega la aceptación inevitable y estacionaria: el día precede a la noche, la noche anuncia al día. Me quedo con lo que aprendí, no sé si mucho o poco, pero bueno para el camino que me queda.



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