Era jazz.

"En general, el jazz siempre ha sido como el tipo de hombre que no te gustaría para tu hija."

- Duke Ellington.


Era más fácil caer al vacío contigo que evitarnos.
Era esa chulería mal gestionada.
Era saltar al vacío, pero con chupa de cuero.
Era precisamente lo menos adecuado.
Era jazz, humo y cigarrillos que nunca fumamos
cervezas y ese maldito saxo.

Cómo lo odiaba.
Con todas y cada una de sus notas
que nunca más pude volver a escuchar
sin llorarle como se merecía.
¿Nunca te ha dolido algo hasta el punto de sangrar sólo con recordarlo?
A mí me dolía aquel saxofón. Y el sonido del bandoneón.
Las canciones sin letra, porque podía imaginar
todo lo que nunca nos atrevimos a decir mientras sonaban
las cuerdas marcando el contratiempo que me estaba rompiendo.


Y deambulaba
porque cuando se tiene el corazón roto uno deambula -
por calles que no me recordaban a nada
para que los recuerdos se escurrieran por sus paredes
y toda la puta ciudad quedara manchada
de blues. De negro. De luto. De Duke Ellington.
De Billy Holiday y B. B. King.
De la Fitzgerald.
Del maldito jazz que me estaba haciendo llorar 
como si no hubiera un mañana.

So, hush, little baby. Don’t you cry”, canta Ella.


Como si fuera tan fácil.

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